Pero las novedades respecto a las anteriores entregas de Piratas del Caribe no se limitan sólo al reparto, del que desaparece la pareja formada por Orlando Bloom y Keira Knightley e incorpora a la actriz española como protagonista junto a Johnny Deep, y en papeles secundarios a otros dos nombres de nuestro cine: Óscar Jaenada y la joven Astrid Bergès-Frisbey. Quizás la novedad de más importancia sea la del cambio de director. Rob Marshall recoge el testigo del regidor de las tres entregas anteriores, Gore Verbinski, para meterse de lleno en un género que nunca había tocado antes, las cintas de aventuras, abandonando las musicales que tanto éxito le han dado, como “Chicago”, ganadora de 6 Oscar, o “Nine”, donde conoció a Penélope Cruz y trabajó con ella por primera vez.
Desde entonces supo que quería contar con ella para la nueva aventura del pirata más famoso del cine. El productor Jerry Bruckheimer, además de los dos filmes musicales citados, se había fijado especialmente en otra cinta de Marshall, “Memorias de una geisha”, y le encargó hacerse cargo del proyecto. Y como hacía tiempo que el director de Wisconsin tenía ganas de rodar una película de aventuras se embarcó de inmediato en él. Tuvo claro desde el principio que quería hacer algo distinto, aunque sin perder de vista a las películas anteriores de la saga, de modo que con una nueva historia en la que meter de lleno a Sparrow acompañado de personajes nuevos, se hizo un rodaje en 3D que, sin duda, ayuda al espectador a entrar aún más en la aventura de los piratas, y durante seis meses viajó con todo el equipo desde Hawai a Los Ángeles, pasando por Puerto Rico, para terminar en Londres, ciudad en la que arranca la acción del filme.
Quien no cambia es el protagonista, encarnado por un Johnny Deep que hace tiempo que hizo suyo el personaje y vuelve a destacar cómodo y magistralmente surrealista en un papel que tiene mucho de los demás que él suele bordar, y esta vez sí, con una química que funciona junto a su compañera de reparto, a diferencia del filme que protagonizó con Angelina Jolie este mismo año. Penélope Cruz le da una réplica impecable y demuestra lo bien que se le dan los papeles de mujeres de armas tomar, dispuestas a todo con tal que conseguir aquello que buscan. Junto a ellos destacan tres extraordinarios actores que con su interpretación convierten sus papeles secundarios en indispensables para lograr el redondo resultado. Geoffrey Rush, el oscarizado actor australiano que da vida a Barbosa, es decir, al gran enemigo de Sparrow y a quien encontramos jubilado de pirata y enrolado en una sospechosa acción al servicio de la Corona Británica. El otro malo, Barbanegra, amo y señor de un temido galeón pilotado por zombies que se sirve de magia negra para llegar a donde otros nunca llegan, está interpretado por un estupendo e irreconocible Ian McShane. Y, por último, otro actor británico, Kevin R. McNally, que interpreta a Gibbs, compañero de aventuras de Sparrow.
Como en cualquier filme de piratas que se precie, y los del Caribe ya pasan por ser los más apreciados, en su cuarta entrega no puede faltar un tesoro escondido anhelado por todos, los malvados españoles, los ilusos británicos y, por supuesto, los piratas. Ted Elliott y Terry Rossio, autores de todos los guiones de Piratas del Caribe, han tomado esta vez el argumento de una novela de Tim Powers para inspirarse en esta nueva historia en la que Sparrow se reencuentra con una mujer a la que abandonó hace años, una manipuladora pirata hija de Barbanegra, con ganas de vengarse por la traición y, sobre todo, ansiosa por encontrar la Fuente de la Eterna Juventud, que le permitirá salvar la vida de su oscuro padre, a quien, a pesar de todo, ella adora.
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